Sobre la ira

De Joseba Sánchez  Zabaleta

De Joseba Sánchez
Zabaleta

La ira es una emoción básica, automática, fundamentada en el Sistema Nervioso Simpático, rápida, “caliente”, incremental, egótica, social, destructiva, especialmente contagiosa, que genera una rápida identificación con ella, que se alimenta del pasado y te acelera el corazón, te incrementa la tensión muscular. Los pensamientos negativos se potencian así como las muestras de desafecto mucho más rápidamente que el miedo, posicionándote en una opción de defensa y donde el concepto de provocación toma relevancia ante los hechos que se ven como una amenaza.

Una amenaza que se relaciona directamente con el ego, con nuestro ego que es el que se ve amenazado, ultrajado, ofendido. La sientes en la necesidad de acción, en la proliferación de pensamientos negativos, en el ardor de la sangre en la cara, en el acelere del corazón, en la dificultad de concentración, en el impulso a compartirlo con más personas para que se incremente el efecto contra la persona o sistema que consideramos la ha provocado y, sobre todo, en el impulso a actuar de forma automática y poco razonada ante los hechos… te urge intervenir para saciar tus impulsos.

A nivel fisiológico, cuando es desadaptativa y continuada, puede potenciar diferentes trastornos como los cardiovasculares, cáncer, tabaquismo, soriasis, artritis reumatoide y otras enfermedades además de otros trastornos psicológicos. Y he dicho desadaptativa ya que esta emoción, como todas las emociones básicas tienen una función adaptativa necesaria para nuestra supervivencia y que está muy relacionada con nuestra defensa y con la defensa de aquellos que queremos, incluidos también aquellos casos sociales y morales que nos indignan.

Una emoción que se fundamenta en el “yo”,” mi”, “me” que disparan nuestro ego y que hace que nos sintamos ofendidos, traicionados, ninguneados, “atacados”. Un ego, una construcción psicológica de la mente, que se ha formado mediante la identificación que hacemos con lo que tenemos, con lo que consideramos que somos, como consideramos que nos ven, como consideramos que nos tendrían que ver. Un ego que si no estamos atentos, si no lo observamos funcionar, nos hará pensar que nosotros somos él, nos identificaremos con él y en ese momento caeremos presos de la ira, de la mente… y el ser humano es algo más que mente. Denle tiempo, pues, y no le den pensamientos…

De Javier Etxenike

De Javier Etxenike

Como quizás hayan imaginado, empecé este escrito para regular mi ira. Escribir sobe una emoción la aplaca. Intentar explicar lo que sentimos a nivel fisiológico mediante un escrito o un dibujo, ayuda a observar la emoción en lugar de dejarte llevar por ella y de esa forma se genera un efecto regulador que disminuye su intensidad y te permite analizar los hechos de una forma más serena. En la observación está en gran medida el efecto regulador. En la observación tanto del cuerpo como de la mente. La observación de cómo se están disparando nuestros pensamientos, como se van haciendo, de forma automática, más negros y agresivos, y qué sensaciones corporales estamos sintiendo en lugar de dejarnos llevar por la espiral de pensamientos e impulsos de acción. Una vez conseguido aplacar la identificación con nuestro ego y con un nivel de pensamiento más consciente, podremos tomar las decisiones que más nos convengan con una mayor racionalidad.

Todo esto requiere voluntad, entrenamiento, consciencia y presencia… pero me temo que estos conceptos los iremos tratando en otro post. Hasta entonces, les dejo a su opinión la siguiente cuestión…

¿Creen que he conseguido regular mi ira?

P. S. He utilizado en este escrito el artículo de Miguel Ángel Pérez, Marta Mª Redondo y Leticia León Aproximaciones a la emoción de ira: de la conceptualización a la intervención psicológica, publicado en la Revista Electrónica de Motivación y Emoción, publicada por la UJI y cuyo link les dejo aquí.