Ha salido un tren que tengo que conducir, sin escalas hasta abril y muy concurrido y tengo que decir que en estos momentos no sé si voy delante o voy detrás: un tren que se llama semestre académico. Este, y no otro, es el motivo de que me haya retrasado tanto para estar de nuevo aquí. Un retraso que me ha impedido empezar a poner negro sobre blanco uno de los temas que más me apasionan.
Al liderazgo llegué más a partir de la práctica que de la prédica y es un estilo de vida y de gestión que me apasiona. Y lo hice desde su puesta en práctica, de su desarrollo intuitivo, sensitivo, racional orientado a tareas y personas.
Me interesa, desde el punto de vista académico, cómo dotar de un sistema de dirección, viejo como la propia humanidad, a un grupo de personas que seguramente funcionan mejor con un o una guía o sin él o sin ella. Además, un sistema en el que el peso del liderazgo fluctúe entre unas personas y otras en momentos diferentes y que esa deriva sea propiciada desde la propia cultura del grupo. Un liderazgo con capital social, colaborativo, emocional y transformador que mejore las condiciones de vida de las personas y organizaciones, su competitividad y su bienestar. Un liderazgo que sirva a propósitos y personas. Un liderazgo que se viva, no que se ejecute.
Un liderazgo, además, entendido como proceso, como sistema, en el que se incluyen personas, organizaciones, equipos, situaciones, contingencias, contextos, políticas, culturas y objetivos, voluntades y egos. Un liderazgo complejo, ético, de servicio, emocionalmente inteligente, ya que considero que en todo liderazgo hay que manejar dos elementos, dos orientaciones, dos sistemas bien diferentes pero inseparables: la razón y la emoción, la orientación a la tarea y las personas, al cuerpo y al alma… y es que las dos hay que manejar.
Lo indicaban mejor que yo, hace ya algunos años, Blake y Mouton en su Grid Gerencial, y más recientemente autores como Damasio, LeDoux o el mismo Daniel Goleman: unión de razón y emoción en todos los procesos mentales. Una polaridad que sirve para marcar la necesidad y la realidad de que ambas lógicas, la razón y la emoción van unidas en todos los actos de los seres humanos y también en las organizaciones que componen.
Una polaridad que valga también para unir la cantidad de estilos de liderazgo que se han propuesto desde Likert hasta Reddin o Boyatiz o tantos otros y que sirven para conceptualizarlo, pero quizás no tanto para desarrollarlo. Porque hay que entender el liderazgo, al líder, sea hombre o mujer, como una persona en desarrollo y ser líder, como decía Warren Bennis, hablando de su formación, es el proceso de convertirse en una persona íntegra.
Y en ello estamos, investigando sobre esta forma de dirección, de vida, preguntando a propios y extraños sobre el liderazgo para, de esa manera, poder mejorar la calidad y cantidad de los líderes que nos tienen que guiar en momentos tan complejos y contribuir así, en la medida de posible, a la competitividad de organizaciones y territorios, al desarrollo de personas íntegras y de entornos éticos. Andamos formando líderes. Pero…
¿Qué piensan ustedes, qué piensas tú sobre el liderazgo? ¿Merece la pena interesarse por él?
¿Y que tenga en cuenta el uso de las emociones?… ¿No es eso un poco blando?