Debemos entender la forma de gestionar, de liderar, de entender el liderazgo y sus efectos en la sostenibilidad de las empresas como fuente de ventaja competitiva. En un día histórico como el de hoy, en el que ya solo la Historia dará cuenta de las consecuencias que tendrá, escuchaba a Santiago Niño Becerra en la Cadena SER vaticinar el crecimiento y fortalecimiento de las grandes corporaciones. Corporaciones que como ya ejemplificaba la película Blade Runner, paradigma de la sociedad posmoderna, se van convirtiendo en los nuevos centros de poder que sustituyen a los estados-nación. Nuevos focos de poder basados en una concepción neoliberal de la economía que, bien sea desde la parte económica en la producción de bienes y servicios, ya sea desde la vertiente financiera de los grandes fondos de inversión y especulación, centran la vida de las personas, que pasan de la idea de ciudadanos a la de trabajadores/consumidores.
En este contexto, y teniendo en cuenta la secularización que se está apoderando de la sociedad, bien es cierto que fundamentalmente de la sociedad occidental, y más concretamente la europea, es necesario que el liderazgo moderno, el liderazgo actual y también el del futuro aborde la espiritualidad como parte fundamental de proceso. El ser humano es un ente complejo, que se puede entender de forma poliédrica en cuerpo, mente, corazón y espíritu. Las tres primeras sí que han podido ser tomadas en cuenta en modelos anteriores tales como, y me refiero a los últimos y de más calado como son el Liderazgo Transformador y Bass y Avolio y el Liderazgo Resonante de Goleman, Boyatchis y McKee. Sin embargo, considero que no se ha tomado de todo en cuenta la necesidad de incluir entre las habilidades del liderazgo cubrir, mejor dicho, ayudar y dar sentido desde los centros productivos, desde las organizaciones a ese sin sentido en el que vive gran parte de la sociedad actual.
Dicho esto, quiero puntualizar que ya existen avances en el tema, seguro que sí, empezando por las tradiciones filosóficas y religiosas ejemplificadas, por ejemplo, en el Liderazgo Ignaciano, el Liderazgo de Servicio de Greenleaf o la incidencia que ya hacen los ya citados Boyachis y MacKee contemplando la compasión, la conciencia plena y la esperanza como elementos fundamentales para que un líder, para que una persona pueda sostener y sostenerse en su liderazgo. Lo que sí considero necesario es que se hable de ello desde el marco de la gestión, desde una perspectiva laica, estratégica, pragmática, de tal forma que se convierta en una mejora para las personas y también para las organizaciones.
Vivimos en tiempos de cambio, en los que las necesidades el ser humano han cambiado poco, y no hablo tanto desde la visión de la persona, o de la ciudadanía, o del ciudadano/consumidor, o del trabajador/consumidor, sino del homo sapiens sapiens, que ha cambiado muy poco a lo largo de los últimos 2000 años. Tratémosle pues como lo que es, en su integridad, de forma holística, en cuerpo, mente corazón y espíritu allí donde esté, donde se pueda desarrollar y cada vez más eso se da en su entorno profesional. Lideremos y enseñemos a liderar entonces desde esta premisa.