Mario Alonso Puig diría que esto es un refrito, no conocimiento nuevo y tendría toda la razón. Cuando leí su libro me dio un poco de vergüenza el escribir este tipo de post que recoge una interpretación de un conocimiento generado por otro autor, y un autor de renombre ¡claro!, pero permítanme que lo siga haciendo… aunque sea alguna que otra vez.
Cuando hablamos de Inteligencia Emocional hablamos de un tipo de inteligencia, pero muy frecuentemente nos vamos al mundo de las emociones antes que al mundo del intelecto.
La inteligencia es definida por Howard Gardner como la capacidad para resolver problemas o para elaborar productos que sean de un gran valor para un determinado contexto comunitario o cultural (Gardner, 1995: 25). Sobre esta base, y tras una exhaustiva investigación, Gardner define su tipología de inteligencias haciendo hincapié en la pluralidad del intelecto, es decir, que las diferentes inteligencias trabajan conjuntamente, no todas con la misma intensidad, en el desarrollo intelectual del ser humano.
Para definir las diferentes inteligencias, en la teoría de las IM (Inteligencias Múltiples) el autor propone una serie de premisas. La primera, que constituye un presupuesto, es su componente biológico, es decir, que estén enraizadas en la bilogía con lo que de aquí se deriva su universalidad para el ser humano. Afirma también que debe ser evolutiva, que sean parte de la evolución de la especie y que vayan aumentando con la experiencia y la edad. En este sentido, se entiende que comienza con una habilidad central en cada modalidad de inteligencia que se irá desarrollando con el uso de un sistema simbólico para más adelante apoyarse en un sistema computacional o notacional, basado en el funcionamiento de las neuronas, que desembocará en aficiones o vocaciones profesionales.
Esta habiliad central es lo que se considera una operación nuclear identificable, o lo que es lo mismo, una serie de informaciones que disparan los distintos tipos de intligencias, como puede ser una sensibilidad especial para los fonemas en la inteligencia lingüística o para entonar bien en la inteligencia muscial. Todo esto debe ser entendido en un cotexto cultural determinado donde se deben solucionar los problemas cotidianos y ser valorados los productos que se elaboren. Finalmente, debe existir la posibilidad de ser diferenciada a causa de un daño cerebral, dejando intactas otras capacidades cerebrales, como se demostró en el caso de Phineas Gage expuesto por Antonio Damasio en su libro El error de Descartes.
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