Hace unos días, buscando en Internet sobre liderazgo, trascendencia y espiritualidad, me encontré con un escrito del padre Adolfo Nicolás S.J. (Nicolás, 2013[1]) sobre liderazgo ignaciano. Se trata de la transcripción de una conferencia en la que el Superior General de la Compañía de Jesús hacía tres referencias claras sobre la espiritualidad del liderazgo.
La primera trata del reforzamiento de los valores y actitudes, evangélicas para el padre Nicolás, de personas y comunidades. En el ámbito laico, organizativo, empresarial, estas normas de comportamiento y actitud deberían ser los dados y acordados por los miembros de la organización o comunidad que serán del pilar del proceso de liderazgo. Como ingredientes fundamentales para este proceso, para actuar con discernimiento, señalaba la necesidad existencia de una comunidad participativa y libre en su adhesión a esos valores y actitudes compartidas y también tres condiciones: libertad interior, total información y comunión con los valores, con los medios para poder coincidir también en los objetivos.
Como segunda referencia a este liderazgo Adolfo Nicolás marcaba la idea de servicio, del liderazgo de servicio. Se debe entender la autoridad como un ejercicio de servicio a ultranza, más aún cuando hablaba anteriormente de la libertad como ingrediente fundamental de la espiritualidad del liderazgo. El líder está al servicio de la organización y no al revés.
La última referencia es la trasformación. El proceso de liderazgo debe conducir a la transformación, al crecimiento de las personas, de los integrantes de la comunidad y por ende a la comunidad en sí misma.
Como elementos a distinguir del liderazgo ignaciano, teniendo como referencia el libro de Chris Lowney, este jesuita palentino señala los siguientes: la visión como sentido de finalidad, la adaptabilidad necesaria en un cambio de época; la formación, la preparación de las personas y comunidades que vea como expresión máxima en la cultura; el Magis como forma de afrontar sin miedo y con confianza, con esperanza las situaciones que desbordan buscando satisfacer “la mayor necesidad” y trabajando en las “fronteras” a “donde nadie quiere acudir”; la propia espiritualidad ignaciana (libertad, libertad interior, libertad del ego, desapego, indiferencia…); tener hábitos de reflexión, de discernimiento; tener valor; distinguir entre objetivos y medios, entre fines y medios y por último, y ya fuera del libro de Lowney, estar abiertos a la evaluación y medición continua, algo que a los clérigos no gusta demasiado.
La conferencia terminaba con una especia de resumen o conclusiones donde cita 5 elementos que a él le han ayudado para entender este proceso de liderazgo y que son las que forman parte del título de este post: capacitación del otro para transformar; visión como finalidad compartida; confianza generada y trasmitida y por último la gestión del sentido, del significado, aderezadas todas ellas por una gran intensidad y calidad e la comunicación.
Como ven, elementos todos ellos que siguen apuntando a la necesidad de definir la trascendencia y la espiritualidad necesarias en el proceso de liderazgo, bien sea orientada a la persona que ejerza el liderazgo o a las personas lideradas. La necesidad de hablar y poner en práctica un liderazgo espiritual y trascendente en las organizaciones laicas…
en ello estamos…
[1] Nicolás Pachón, Adolfo (2013). Sobre liderazgo ignaciano. Conferencia dictada en el Encuentro con superiores y directores de obra de la provincia de Castilla. Valladolid, 6 de mayo de 2013. [En línea] Disponible en http://www.cpalsj.org/wp-content/uploads/anos_anteriores/0624Anexo_130506%20ANLiderazgoIgnaciano.pdf Consulta realizada el 02/04/16.
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