Le conocí en clase, en los primeros días de la carrera, Humanidades: Empresa y para mí representó todo lo que yo siempre había pensado que era una universidad. La altura no era una característica que le definía, sí su seriedad, sus rasgos afilados, su mirada inquisitiva, su carácter fuerte que no intentaba disimular, su traje… invariablemente su traje impecable, como un pincel. Cuando entraba en clase parecía que entraba todo Confebask con él, la esencia el empresariado vasco, euskadun de pro, de Éibar sin ir más lejos. Hombre de familia, de tierra, de trabajo… Doctor, economista, sociólogo de vocación, profesor titular de Deusto, siempre nos hablaba de sus hijas, de su mujer…
Nos daba asignaturas de empresa, con acetatos y al dictado y ya desde el primer día nos indicó en la asignatura de primero un libro de unas 400 páginas que era iba a ser el sustento teórico en primero, en Fundamentos de organización de empresas y así fue. Con él no nunca conseguí sacar más de un nueve, y eso a base de estudiar como un loco, pero siempre había algunas de mis compañeras de promoción, sobre todo las que iban por euskera, que sacaban mejor nota que yo. En mi descargo tengo que decir que no creo que nadie de clase aprendiese tanto de él como aprendí yo.
Me emocionaba en todos los sentidos, ya que con todo lo dicho me recordaba mucho a mi hermano y esa apostura que tienen los mayores en un país de mayorazgos. Empezaba siempre la clase ahoyándose en la barra del “aparato de las trasparencias”, el retroproyector, y mirándonos fijamente y decía… “¿alguna pregunta?”. Todos nos queríamos morir en ese instante, hacernos pequeños en nuestras sillas, más aun yo que doblaba la edad a toda la clase con lo que por rara avis, se me veía a distancia. En aquel momento, y después de barrer la clase con su mirada aguileña, preguntaba al primer alumno que consideraba y ahí empezaba la clase… magnífica, llena de contenido y experiencia… no para todos, sí para la mayoría.
Al poco de haber empezado las clases, en primero, allá octubre de 1999, un día que me pilló hablando con un
compañero de clase con la candidez de un adulto rodeado de jovenzuelos, me llamó la atención como a uno más, sin distingos, rotundo, y fue tal la vergüenza que me dio ese toque de atención del “hermano mayor” que nunca tuvo que volver a hacerlo. Nunca le podré agradecer suficientemente aquello que hizo y que yo sé que significó que me orientase a lo que luego fui, sin pretenderlo pero con mucho esfuerzo: el mejor expediente académico de mi promoción.
Miguel, Miguel Ayerbe, nos dio clase todos los años de la carrera. Nos dio Fundamentos de organización, Estructura, Cultura y Cambio organizativo, si no me equivoco, aunque creo que me falta alguna. Asignaturas muchas de ellas de 4,5 créditos que parecían de 9. Los exámenes tipo test, los trabajos se defendían solo ante él, orales. “El Ayerbe” poco a poco fue dejando traslucir el cariño inmenso que nos tenía, ya que para él representábamos el conjunto de líderes que pretendían formar en la licenciatura, estoy seguro de ese cariño. Solo dejaba el traje en la época de exámenes. Nunca dejó su rectitud ni nunca dejó de reconocer algunas de sus incongruencias. Fue de los profesores que más marcaron mi formación y que más marcaron mi vida. Creo que dejó la Academia con un poco de tristeza por las cosas que no pudieron ser. Fue el profesor que yo siempre he buscado ser.
Y es ahora cuando más me va a costar seguir escribiendo, porque llegado el momento del reconocimiento la emoción me nubla la vista constantemente y me resulta difícil escribir. Miguel ha sido mi mentor, mi querido profesor, la imagen de mi carrera, la persona de la que siempre he anhelado su afecto. Fue el que favoreció que entrase en la Universidad como profesor, el que me legó todas sus asignaturas, sus libros, su esencia en la carrera que defendió hasta quedarse sin fuerzas, su impronta, su amistad, incluso cuando se llevó cierta decepción cando le dije que yo quería ser profesor, ya que preveía la desazón que iba a traer e a mi vida esa decisión en lugar de entrar a trabajar en el terreno empresarial. Creo que dejó la Academia con un poco de tristeza por las cosas que no pudieron ser.
Cuando estaba preparando la serie dedicada a Dionisio Aranzadi, al ideólogo de Humanidades: Empresa – HUEM, y buscaba en Internet su nombre me di cuenta que no había mucho sobre él, nada de extrañar conociéndole un poco… en ese momento me di cuenta que necesitaba escribir esto no tanto como un reconocimiento público, algo que no iba a hacerle ninguna gracia, como una confesión pública de mi afecto por él, y estoy seguro que el afecto de cientos de estudiantes y profesionales que pasaron por sus manos, por su discurso, por su intelecto, por su personalidad. Es curioso pero no he encontrado ninguna foto de él en la Red, y me he dado cuenta que era lo más consecuente con su forma de ser.
Miguel Ayerbe, don Miguel como me gusta llamarle, ha sido una de las personas más especiales que he conocido, luces y sombras incluidas, y de las que más ha influido en mi vida. Vaya desde aquí, mi reconocimiento, mi gratitud y mi más sincera amistad. Gracias Miguel.
Eskerrik asko por estas palabras, Rogelio. Soy de la promoción 1998-2002 y debo muchísimo a Miguel. Magnifico profesor y mejor persona. Me enseñó, me orientó y me ayudó a crecer y superarme. Me puso en bandeja mi primer trabajo y dedicó horas de conversación a aquella tesis que no fue. Guardo un fantástico recuerdo de aquella epoca. Miguel proyectaba grandes valores y así da gusto aprender, la verdad. No imaginaba entonces que terminaría trabajando en Eibar, su territorio.
Mila esker Miguel bihotz-bihotzez. Y Rogelio, muchas gracias por escribir un post tan bonito y dejar, por fin, esta «huella» en internet. Seguro que muchos y muchas se sienten también identificados/as. ESKERRIK ASKO
Me gustaLe gusta a 1 persona
Si.
bai. ze poza irakurri dudan testuak.mila esker Miguel,mila esker Ane zure bitartez testu hau iritxi bait zait eta mila esker Rogelio merezitako errekonozimendu hau luzatzearren.
Me gustaMe gusta