Negligencia, inercia, falta de cuidado y de interés.
Esta es la definición que dan los diccionarios de esta emoción, de esta actitud. Y de la desidia laboral es de lo que quiero hablar. Quiero hacerlo además desde el conocimiento de que el asunto que voy a exponer debe ser tratado con extrema prudencia. Sin embargo, puede que no sea lo suficientemente hábil como para hacerlo y si ese fuese el caso, ruego me disculpen, porque considero que desidia es la palabra que define la actitud de muchos de nosotros, de muchos trabajadores a la hora de realizar sus funciones y considero que eso constituye una inmoralidad hacia las personas que no tienen trabajo. Me explico.
En mi día a día de ciudadano de a pie que realiza las transacciones habituales en una ciudad como son ir a por el pan, tomar un café, acudir al polideportivo, hacer alguna gestión administrativa, comprar algo, ya sea comida, ropa o cualquier otra cosa, siento que algunas de las personas que me encuentro y que están desempeñando sus funciones, realizando su trabajo, actúan con falta de interés, con inercia, con falta de cuidado, con desidia. Soy tan consciente como cualquiera que viva la realidad actual que los momentos que vivimos no son buenos, que las condiciones laborales y de bienestar social han caído de forma más que alarmante durante los últimos años, sobre todo desde que está este gobierno, y puedo entender que las situaciones laborales en las que se trabaja no son las mejores, que pueden, o no, ser precarias, mal pagadas, poco reconocidas… lo sé, y lo sé de primera mano.
No obstante, considero que lo que debe primar en la clase trabajadora es precisamente esa conciencia de clase, de ciudadanos que tienen la responsabilidad de aportar su grano de arena a la supervivencia y competitividad del país, sea cual sea el nombre que le den, y, de esa forma, ser solidarios con el resto de trabajadores que están sin un puesto de trabajo;
Debemos mejorar nuestra productividad por conciencia social y por solidaridad.
Conciencia social porque la realización eficaz y eficiente de nuestra labor ayudará a fomentar la competitividad de nuestro territorio mejorando los resultados empresariales y por ende ayudará a la generación de empleo e incremento de las arcas comunitarias. Solidaridad en cuanto que debemos respetar a los que no tienen trabajo aprovechando la oportunidad para, haciendo bien el nuestro, reconocer el valor que tiene y procurar que ellos, los que no disfrutan hoy por hoy de ese privilegio, puedan, por lo menos, obtener unos buenos productos y servicios y que noten que los trabajos son respetados, por lo menos, por los propios trabajadores.
Los que estén en estos momentos pensando que soy un neoliberal que plantea este discurso para incrementar los beneficios del mercado o de los empresarios sin escrúpulos se equivocan. Los que consideran que estoy echando en los hombros de los trabajadores toda la responsabilidad de salir de esta con más trabajo por menos dinero se equivocan también. Como también lo hacen los que creen que dejo de lado la responsabilidad, la obligación de las personas que hemos elegido temporalmente para que se ocupen de lo público… ni mucho menos. Todos ellos, todos los poderes, todos los servidores públicos, todos los empresarios tienen que tener como horizonte el bien común, pero nosotros, la clase trabajadora, incluyendo en este caso a directivos y mandos intermedios, debemos hacer bien el trabajo que tenemos encomendado.
Y hacer bien el trabajo es, en muchas ocasiones atender bien a las personas, a los destinatarios de productos y servicios que en muchas ocasiones son los propios parados. Sonreír, mostrar interés en el proceso y en las personas, ser diligentes y amables ya que son esas personas la razón de la transacción económico/social, tratarles con cuidado, es decir: no actuar con desidia en el trabajo.
Algunos de ustedes pensarán que soy un iluso, otros pensarán que estoy traicionando a las clases más vulnerables, incluso algunos estarán calificándome con insultos… me he arriesgado a ello y acepto el resultado. Sin embargo, puede que por un poco de cobardía al exponer estas ideas o por darle un sesgo más académico a ellas, quiero remitirles a un trabajo de Santiago García Echevarría del 2010, dentro de un libro homenaje a Dionisio Aranzadi Tellería SJ y coordinado por José María Guibert Ucín SJ que seguro les da más y mejor luz sobre este asunto: productividad y bien común.
Comparto tu inquietud para estimular el bienestar emocional en el trabajo , valorar la oportunidad de sentirnos útiles , como profesionales y personas involucradas en el renacer diario de la sociedad , tal y como la entendemos. Como sustento de la Humanidad.
Pienso que hay sentimientos propios del ser humano, que se han sobredimensionado y sobrevalorado ; tristeza, pereza, duelos, malestar, emociones que nos definen , pero que se han empeñando en hacernos creer que son patológicas, y por tanto justifican el stop en toda faceta del hombre.
Debemos integrar nuestras emociones y estados naturales, aprender a compensarlos en nuestras vivencias diarias, apoyarnos en la personas que también se emocionan , y superarlos en el crecimiento personal. Las dificultades existen y podemos superarlas.
El lógico estar triste tras determinados sucesos, sentir que se te cae el mundo encima algunos días, no querer abandonar a nuestra familia algunas mañanas, decepcionarnos ante desplantes en el trabajo, aburrirnos, pelearnos con nuestros compañeros. Si no nos doliera no correspondería a nuestra naturaleza.
Adelante, sentir emociones… no pasa nada…, pero no nos deben convertir en inútiles sociales, no debemos aprevecharlas en un interés de cesar. Eso sería desidia….
Gracias Jaime.
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