Intervención realizada el día 30 de septiembre de 2014 en Vitoria-Gasteiz, en el marco de los Martes de Innobasque dedicado en esta ocasión a la innovación a través de la gestión emocional.
Ustedes pensarán como es lógico que para cerrar, el invitado haría una intervención emocional, como propia del CIE: Sin embargo, mi facilidad para perderme en la retórica y ocupar más tiempo del que tengo asignado y las importancia que para mí tenía lo que quería decirles han hecho que haya preferido escribir y leer mis pensamientos.
Esta mañana en clase, cuando les hablaba a mis alumnos de innovación, y habiendo consultado a equipo iNNoVaNDis de Deusto, les decía: “Innovar: a partir de una idea original, nueva generar valor, riqueza en la sociedad de una forma sostenible y sostenida”. Algo que en un principio parece algo sencillo… pero ¿por qué nos cuesta tanto innovar?, ¿por qué nos cuesta tanto cambiar?
Cuando hablamos de innovación o de cambio siempre pensamos en los demás, en el cambio de los otros, en que los otros innoven, que cambien en sus usos y costumbres, en su actitud, en sus procesos productivos, en su trabajo, en su vida, en su forma de ser… y ese es, quizás, el principal problema de que la innovación no haya arraigado en nuestras culturas corporativas y territoriales: que cambie el otro para no cambiar yo.
Pero tengan presente, señoras y señores, que el principal elemento del cambio, de la innovación soy yo, y tú, y nosotros y ellos y ellas… somos todas las personas.
Por este motivo la innovación en la gestión me parece y nos parece uno de los elementos más relevantes del cambio organizativo ya que implica el cambio de paradigma a la hora de entender la gestión: el paso del yo al nosotros.
Lo malo es que en este cambio nuestros egos se van a defender como gato panza arriba y van a desarrollar todas sus malas artes para evitar el cambio. La innovación en gestión que supone pasar de entender que nuestros trabajadores hacen a que nuestros trabajadores piensan y sienten igual que nosotros. La innovación que supone comportarnos, liderar desde esa premisa.
Innovar a la hora de utilizar las ideas creativas que subyacen en las dinámicas de gestión basadas en personas, ideas estas que no por creativas son nuevas, ya que fueron definidas ya hace unos cuatro años por Innobasque en su libro Dinámicas de gestión basadas en las personas. Competitividad por innovación, creatividad y conocimiento a través el despliegue del trabajo cognitivo y la transformación organizativa.
Nos gusta innovar en productos, en servicios, en mercados y procesos, pero no nos gusta cambiar nuestra forma de gestionar nuestras organizaciones, nuestra forma de ver la vida, no nos gusta cambiar nuestros egos, no nos gusta cambiar.
Y no nos gusta cambiar incluso cuando la ciencia nos dice que somos un compendio de impulsos racionales y emocionales. Cuando ya sabemos que desde hace unos años existe un nuevo paradigma promulgado desde las neurociencias: razón y emoción van unidas en todos los procesos mentales.
Porque unos de los principales avances o, quizás, simplemente, una de las revoluciones que estamos presenciando en la actualidad, es, precisamente, la del estudio de la mente.
Los descubrimientos que de forma exponencial se están dando gracias al desarrollo tecnológico y científico, junto con la voluntad política de invertir en investigación y desarrollo, luego daré un ejemplo de ello, están mostrando una nueva realidad, una forma nueva y diferente de ver y entender a las personas que, lejos de ser guiadas por la razón, somos un compendio de emoción y razón con una dosis importante de inconsciencia, de automatismo en nuestro pensamiento y comportamiento.
Unos avances que incluso han llegado, porque el conocimiento académico sí que pretende ser innovador, a la Ética, donde se están cuestionando, en palabras de Adela Cortina, el libre albedrío a raíz de los últimos descubrimientos de los procesos cerebrales de toma de decisiones en los dilemas éticos. Imagínense la repercusión que estos nuevos planteamientos sobre la manera de comportarse el ser humano pueden llegar a tener en disciplinas tan racionales como el Derecho.
Sin embargo, y permítanme la insistencia, en gestión nos cuesta cambiar, nos cuesta dejar de lado los viejos paradigmas y seguimos pensando que lo que los trabajadores tienen que hacer es trabajar y callar, que esto de la inteligencia emocional no son más que pájaros y flores y que, en todo caso, “que sean los de recursos humanos los que contraten algún curso de formación a esos del Consorcio de Inteligencia Emocional”.
Nos cuesta cambiar incluso cuando hemos sido pioneros en la aplicación de este constructo que, además, está todavía en sus primeros albores de ser considerado como tal por la Academia. Pioneros e innovadores como lo fue en su día el territorio de Gipuzkoa a través de su Departamento de Innovación y Sociedad del Conocimiento liderado por José Ramón Guridi y su equipo, que hicieron de este territorio un referente internacional en cuanto a educación emocional.
Nos cuesta cambiar y sin embargo el cambio ya está aquí porque es un imperativo global y considero que estamos en vías de conseguirlo. Cuando sales de viaje, es curioso cuando intentas explicar cómo un país de apenas dos millones doscientos mil habitantes, poco más de dos barrios en capitales como México, Seúl o Bogotá, somos capaces de competir internacionalmente y de tener una buena economía con la idea tener un buen país. Una economía que compite por internacionalización, emprendimiento e innovación. Un país que a pesar de su histórica necesidad de reafirmar su cultura, sus valores y tradiciones es capaz de intuir la necesidad de cambio porque quiere, porque necesita estar en primera línea competitiva para poder ser fuerte y seguir haciendo empresa para hacer País.
Un país que reconoce ya la necesidad de incrementar su capital social, su calidad y cantidad de relaciones dentro y fuera de Euskadi. Capital social que será la base para desarrollar un liderazgo colaborativo que, como decía el Rector de Deusto, José María Guibert, en estos días, también debe ser un liderazgo de servicio. Liderazgo colaborativo que se basa, curiosamente, en una emoción muy cognitiva: la confianza… esa emoción que hace unos años decían que no tenían los mercados en la economía española.
Confianza es, precisamente, lo que queremos trasmitirles desde la Asociación CIE – Consorcio de Inteligencia Emocional. Confianza con la que pretendemos, junto con el rigor necesario para estas cuestiones, servir de punto de encuentro para la innovación con base socio-emocional.
Confianza que queremos trasladar, como ya han visto y escuchado, a todos los ámbitos donde la persona tiene relevancia: educación, sanidad, trabajo social, familias y otras instituciones y sistemas humanos, incluidos, cómo no, los empresariales.
Ya en base a esta confianza queremos hacerles una invitación a cambiar, a innovar para que el en futuro las competencias socio-emocionales nos ayuden a generar mejores entornos laborales, sociales, familiares y personales. Que esas mismas competencias nos ayuden a soñar y a trabajar por un mundo mejor.
Y para ello les pedimos que participen junto con nosotros en este viaje, que cambien el miedo por la ilusión, por un optimismo fundamentado e inteligente.
Por eso, les invitamos a que nos busquen en las redes sociales y medios de comunicación para compartir este viaje juntos, en colaboración.
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