Hace ya unos años, cuando dictaba la asignatura del Cambio Organizativo, me planteaba ya si realmente las organizaciones, fuesen empresas, instituciones o cualquier forma que tenían las personas para organizarse y conseguir sus objetivos, querían realmente cambiar o no, querían innovar o no. La imagen que en aquellos tiempos servía de metáfora a esta inquietud era la siguiente…
… y lo más significativo es que hoy en día sigo con la misma duda. Duda que me surge sobre todo cuando trato con grandes, viejas y poderosas organizaciones, o mejor dicho, con personas que trabajan en ellas. Hablo de instituciones que preconizan la necesidad de emprender, de innovar, de cambiar, de competir, de organizaciones que marcan, o por lo menos lo intentan, la pauta del cambio social, empresarial, la necesidad de innovación. Pero a mí me suele dar la sensación de que ellas no quieren cambiar, de que sus integrantes andan más preocupados en que cambien los demás, en que cambie el otro para que ellos no cambien, de mantener su statu quo. Y no solo me ha pasado esto en mi país, sino que cuando viajo suelo encontrarme con la misma e insistente realidad… cambia tú para que yo no cambie. Lo malo es que muchas de esas personas dirigen los de departamentos o unidades de innovación en dichas organizaciones.
Considero que la innovación, que el cambio, que el emprendimiento deben considerarse prioritarios en un momento que estamos en un cambio de era. Considero que esos pensamientos, intenciones, actitudes, forma de comportarse deben constituir el perfil competencial de las personas que demandan esos procesos y de no ser así, de no tener esa forma de ser manera, ponerse al servicio de aquellos que sí lo son para conseguir de la creatividad, el cambio, se convierta en un valor dentro de la organización, en un rasgo de la cultura organizativa. No puede ser que un encargado de innovación diga que no entiende un proyecto y que como no lo entiende no lo piensa tener en cuenta… ¿será que dichas personas son tan inteligentes que lo sabe todo?, ¿sobre todo que saben aquello que es nuevo?, ¿aquello que no entra en su área de conocimiento ni de experiencia?, ¿todo lo que implica innovación?… ¿entonces que es la innovación, la creatividad?
Perdonen esta reflexión si les resulta un poco trabada, un poco banal pero es que cuando uno anda ya tiempo intentando desarrollar un proyecto de innovación social en las organizaciones, un cambio en el modelo de relaciones que se mantienen en las mismas en aras de crear valor de forma sostenida, sostenible y escalable uno se da muchos golpes siendo recibido por personas que solo creen en lo que ya saben, no entendiendo que precisamente la innovación vendrá por aquello que no conocen.
Sé que ya es un tema manido, por lo menos repetido por mí en innumerables situaciones y foros… pero creo que debo, que debemos insistir. Debemos cambiar, nosotros, desde nosotros mismos, desde nuestras creencias, desde nuestros comportamientos, pero más aún si estamos en puestos donde nuestro discurso habla de innovación, de emprendimiento, de nuevas formas de hacer, de nuevas formas de vivir. Debemos ponernos al servicio de ello o por lo menos facilitar el trabajo, la presencia de aquellos agentes que son ya el cambio.
Termino agradeciendo al que me haya leído la posibilidad de haberme desahogado, de haber aplicado principios de la inteligencia emocional que indican que hay que identificar, comprender para regular los estados emocionales, y que para ello, la escritura de uno de esas formas de gestión de nuestras pasiones. Gracias por lo tanto por el desahogo que me permitirá seguir siendo, o intentado por lo menos innovar en nuestras organizaciones en aras de un mayor bienestar personal y social.
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