(Viene de post anterior (I) Rotaria)
¿Se puede desarrollar la Inteligencia Emocional?
Sí, sin duda… Lo que es más difícil es saber cómo ya que se trata de un aprendizaje lento y que dura toda la vida. Su desarrollo se fundamenta en la plasticidad del cerebro con lo que es evidente que es mucho más fácil desarrollarla en los primeros años de vida del ser humano, es decir, durante su formación temprana es las escuelas y, por supuesto, en el ámbito familiar. La mejora de la IE en los adultos se fundamenta también en la plasticidad del cerebro que es capaz de generar nuevas respuestas emocionales, nuevas conexiones neuronales, ante estímulos que antes provocaban un descalabro emocional. Pero los adultos, aunque tenemos la esperanza y casi la obligación del cambio, antes que aprender nuevas respuestas necesitamos desaprender primero aquellas que nos condicionan negativamente con lo que el proceso es un poco más lento, y digo lo de poco haciendo gala de un gran optimismo. Por sintetizar le diría que cuando debemos desarrollarla es cuando estamos aprendiendo cualquier otro tipo de conceptos, cuando estamos desarrollando otras inteligencias como la lógico-matemática o la musical que es en el periodo primero de escolarización. Escolarización emocional que debería continuar en los grados y posgrados universitarios, cosa que no se está haciendo más que en unas pocas universidades.
Sin embargo, para las personas que no han podido aprenderla en su época de formación, existen otros ámbitos como el del desarrollo personal, el profesional o familiar que hacen necesario unos planes para su instrucción y mejora impulsados por las administraciones públicas, empresas, etc. Quiero decirle que la gran esperanza de la Inteligencia Emocional es que nuestra capacidad para mejorarla llega hasta el final de nuestras vidas con lo que siempre estamos a tiempo de ser un poco más felices.
¿Si esto es tan importante, considera que la apuesta pública y empresarial está siendo suficiente?
A priori no sabría qué contestarle ya que desconozco todas las iniciativas que se están desarrollando en cada parte del globo. Sé que países como Singapur, Estados Unidos o Reino Unido están apostando por ello, pero es evidente que hay gran variabilidad en el compromiso de los estados con este asunto. Lo que conozco de primera mano es un proyecto que se está dando en Euskadi, País Vasco – España, concretamente en la provincia de Gipuzkoa y en el que he tenido el privilegio de intervenir.
Este territorio, Gipuzkoa, se ha convertido en un foco de atención internacional en el ámbito emocional por la decidida apuesta que se ha hecho desde la Administración Pública, en concreto por el Departamento de Innovación y Sociedad el Conocimiento de la Diputación Foral de Gipuzkoa, liderado por D. José Ramón Guridi y su equipo, entre los que tengo que destacar por su implicación a Joseba Amondarain y a Nagore Manzano.
El proyecto, que comenzó hace unos cinco años […] , tuvo una apuesta decidida en el terreno educativo. Se trataba, y se trata ya que se sigue desarrollando en la actualidad, de introducir la Educación Emocional en las aulas de las ikastolas (escuela en euskera). Se formó a los profesores, pero también a los equipos directivos para conseguir que los centros incorporasen en su currículo la Educación Emocional pero que también lo hiciesen su imaginario pedagógico e incluso en su forma de gestión. Tras mucha inversión y trabajo se ha conseguido que centros como Irukide y Laskorain sean ejemplo a nivel internacional de cómo se pueden educar las emociones en niños y adolescentes.
De la misma manera, dentro del espacio educativo también se potenció la educación emocional para la familia. Se crearon y ofrecieron a los padres una serie de talleres de Inteligencia Emocional que tuvieron una acogida muy por encima de lo esperado, casi tanto que la avalancha de peticiones hizo casi naufragar el proyecto ya que la financiación necesaria para hacer frente a las solicitudes superaba con creces el presupuesto asignado. Le cuento esta anécdota para que se pueda hacer una idea de la necesidad social que existe en nuestro entorno hacia el ámbito emocional.
¿Y en al ámbito empresarial, qué sosas se han hecho?
Junto con la educación y las familias el mundo empresarial se presentaba como la otra línea natural de avance en la idea de crear una sociedad emocionalmente inteligente. El proyecto de la Diputación de Gipuzkoa quería abarcar el mundo organizacional por dos motivos: ética y competitividad. Ética por los principios que rigen a algunas organizaciones vascas que contemplan a la persona, a los trabajadores, no como meros recursos o simple fuerza de trabajo, sino que los ven y entienden como las personas que son. Organizaciones donde el valor principal es la persona y, como decía Lorenzo Mendieta, un directivo vasco practicante de esta filosofía de trabajo, “si entendemos que trabajamos con personas tenemos que entender también que trabajamos con emociones.”. En este marco ético, la competitividad pasa por contar con las personas con su fuerza y también con su conocimiento y sus sentimientos.
No solo compiten las empresas, sino que también lo hacen los territorios. Las nuevas realidades empresariales y sociales están haciendo que las economías más avanzadas se estén orientando decididamente hacia la internacionalización y la innovación fundamentadas en la ventaja competitiva que provee el conocimiento tanto individual como, sobre todo, el organizacional. En este contexto, en el País Vasco y no solo Gipuzkoa se está haciendo una apuesta que parece decidida por modelos de transformación basados en personas. El surgimiento de organismos como Innobasque, la Agencia Vasca para la Innovación (www.innobasque.com), centralizan y potencian la innovación en todo el territorio y orientan esa innovación hacia nuevos modelos de gestión. Dentro de Innobasque se encuentra el Consorcio de Inteligencia Emocional de Euskadi, formado por diversas empresas e instituciones que está volcado en la difusión y puesta en práctica de los conceptos de la Inteligencia Emocional y otros que se engloban muchas veces bajo ese mismo paraguas.
En este contexto, con larga tradición de cooperativismo, con culturas empresariales avanzadas en entender al trabajador como persona en toda su amplitud y contar en ellos para ser más competitivos, la Inteligencia Emocional tenía una mejor entrada que en contextos donde este término, por desconocimiento, se considera una sensiblería que no tiene cabida en la empresa. Por ello, varias empresas se ofrecieron para entrar en el programa de desarrollo de competencias emocionales y ahí siguen, en pleno proyecto e intentando no solo afrontar la crisis, sino generando la competitividad del futuro.
¿Se obtuvieron buenos resultados?
Como decía antes… ahí siguen. La Inteligencia Emocional no es como la regla del cinco que se aprende y listo. Muchas personas en este ámbito piden relaciones causa y efecto claras: invierto tanto y obtengo tanto de retorno, tales resultados en tantos días. En este caso, para lo bueno y para lo malo, estamos hablando de personas y todos sabemos por experiencia propia que no somos seres especialmente predecibles. Se han hecho los intentos. Las universidades están midiendo los resultados derivados de este proyecto que le comento, pero para obtener resultados claros gran parte de las investigaciones tienen que ser longitudinales para poder comprobar su incidencia a medio plazo.
Lo que sí me gustaría destacar son algunas de las claves que han contribuido a un algo grado de satisfacción en todo el proyecto: la apuesta pública y el compromiso de los que intervenimos en el plan. Desde el equipo de la Diputación que Gipuzkoa que he señalado antes, pasando por la Universidad del País Vasco con Aitor Aritzeta y su equipo a la cabeza, continuando con Olga Gómez del Consocio de Inteligencia Emocional, y terminando con grupo de personas que intervinieron en la formación entre los que destaco a Rafael Bisquerra, Begoña Ibarrola, José Antonio González, Ígor Fernández, Xurdana Imatz y Jon Berastegi todas estas personas estaban convencidas y muy preparadas no solo por el conocimiento que tenían, sino por el sentimiento y el compromiso con lo que lo hacían. Como podrá suponer, con estos componentes es difícil que un programa salga mal.
Como síntesis, me gustaría indicarle que tras mi experiencia después de haber participado en el proyecto en casi todas sus aplicaciones, considero, como decía al principio, que el principal y más importante efecto que a corto plazo que está teniendo la Inteligencia Emocional es focalizar la atención en la persona y considerarla de una forma más integral. Esto de por sí es importante pero su efecto en la gestión de las organizaciones puede suponer la supervivencia o no de muchas de ellas en los próximos años.
(Continúa…)